
El gran evento anual de los banqueros centrales estaba marcado en rojo en el calendario de los inversores. Las esperanzas de que, al menos en Estados Unidos, se vislumbrase una moderación de las políticas monetarias restrictivas se quedó en eso, en una vana esperanza. Si Powell dejó claro el viernes que la 'mano dura' de las subidas de tipos continuará para frenar la inflación, el sábado fue el turno de los participantes europeos, que tampoco cambiaron el diagnóstico.
Isabel Schnabel, miembro del comité ejecutivo del BCE, pidió a los bancos centrales que actúen "con fuerza" y "determinación" para domar la alta inflación y así evitar que "la gente empiece a dudar sobre la estabilidad a largo plazo de nuestras monedas fiduciarias".
En este sentido, recomendó que los banqueros centrales "no deberían detenerse a la primera señal de un posible giro en las presiones inflacionarias, como la disminución de las interrupciones en la cadena de suministro. Por el contrario, necesitan remarcar su fuerte determinación para devolver a la inflación a su objetivo rápidamente".
En una línea similar se pronunció el gobernador del Banco de Francia, Francois Villeroy de Galhau, que pidió una subida de tipos "gradual" para frenar la inflación dañando lo menos posible la economía, pero no hacerlo de una forma tan lenta que obligue a reaccionar de una forma descontrolada más adelante.
"Podemos ser graduales, pero no deberíamos ser lentos y retrasar la normalización hasta que mayores expectativas de inflación nos fuercen a subidas agresivas de los tipos de interés", subrayó. Por ello, propone subidas de tipos de forma ordenada para "evitar la volatilidad de los mercados y posteriormente la volatilidad de la economía", si bien Villeroy ha recordado que el mandato del BCE es devolver la inflación hasta el nivel del 2%.
Su homólogo finés, Oli Rehn, quien también forma parte del Consejo de Gobierno del BCE, no tuvo una intervención pública en Jackson Hole pero sí estuvo presente en el evento. En declaraciones a Bloomberg Television, Rehn apuntó que "el siguiente paso" del organismo bancario "será un movimiento significativo en septiembre, en función de los datos entrantes y de la perspectiva de inflación. También se mostró preocupado por la devaluación del euro frente al dólar, que contribuye al incremento de los precios, al igual que la confrontación con Rusia que conlleva un aumento de los costes energéticos.
Sobre esta cuestión, el gobernador del Banco de Finlandia ha puesto el dedo en la llaga, resumiendo el problema en el que se encuentran los banqueros centrales: "La política monetaria ahora enfrenta el doble dilema de, por un lado, mantener ancladas las expectativas de inflación, y, por otro, evitar empujar la economía hacia una recesión".
Sin embargo, Rehn ha calificado de "prematuro" hablar en estos momentos de un "endurecimiento cuantitativo" (quantitative tightening, por oposición al quantitative easing que el banco central llevó a cabo hace unos años), es decir, reducir la compra de activos por parte del banco central, aunque admite que llegará el momento en el que haya que "debatir sobre cómo continuar la normalización de la política monetaria en lo referente a la compra de activos".
El Banco Central Europeo ya subió los tipos de interés en 50 puntos básicos en su reunión de julio, y está a apenas dos semanas de un nuevo encuentro en septiembre. La duda ahora es si volverá a acometer otro auge de medio punto o si, dado el tono de las declaraciones en Jackson Hole, se sumará a su homólogo estadounidense para realizar una subida de 75 puntos básicos - algo inédito - en un redoblado esfuerzo para frenar la subida de precios, que a nivel de la eurozona roza ya el 9% interanual.